Cargando...
En medio de un concierto, nuestra protagonista, Delma X, avisa a los asistentes de que el single que tanto esperaba su público escuchar, nunca saldrá la luz. Al salir del festival, Delma Y, la parte de ella que ansía el éxito, despierta para avisar del riesgo que corre si sigue por ese camino. Poco le importa que el artista que colabora en esa canción acaba de ser denunciado por abuso sexual. Dentro de esta dualidad entre moral y beneficio, ambas entrarán en conflicto por el poder que ha tomado esta parte de ella sobre todas las decisiones de su vida (su carrera, el amor, la alimentación), todas ellas contaminadas por la negación del abuso sexual intrafamiliar que vivió durante diez años de su infancia. Delma X ya no recuerda la última vez que pensó por sí misma, pero hoy es ella quien necesita algo de Delma Y: sacarle toda la información que ella no recuerda sobre su niñez para comenzar un proceso judicial contra su abusador.
Los puntos de vista tomados hacia el abuso son dos: la parte de la protagonista más anclada a la realidad, que como adulta decide enfrentarse al trauma y buscar justicia, y la parte anclada a la infancia, que interpreta el maltrato como el único amor conocido. Se aborda la disociación entendiendo que Delma Y fue la parte que Delma X creó para anestesiarse, siendo la primera quien, podríamos decir, estuvo en la realidad. La base de la obra es la vergüenza que siente la protagonista al no entender cómo era ella quien continuaba yendo a la casa de su abusador, cómo acabó siendo dependiente del único amor que conoció: la sumisión. El silencio, la lealtad a la familia y la confusión con respecto a lo que es deseable en ella, el cuerpo pequeño de su infancia, hacen que caiga en un trastorno alimenticio, a partir del cual, inconscientemente, busca seguir siendo aquella niña que, aunque sea desde el abuso, fue vista: existió.
Viernes, ¿cuántos viernes hay en diez años?, da una perspectiva en torno al abuso sexual en la infancia y los trastornos de la alimentación desde un tabú ignorado: la dependencia de una niña hacia su abusador por ser convencida de que el amor pasa por la sumisión y la instrumentalización de su cuerpo. La culpa y la vergüenza de haber seguido yendo a casa de ese familiar habla de la incomprensión hacia una misma con respecto a los mecanismos de defensa que tuvo que desarrollar inconscientemente. Después de una década alejada de él, debe enfrentarse a este trauma por diversas circunstancias, teniendo así que romper con ‘la lealtad hacia la familia’. Esta pieza abre este tema tan oculto aunque presente en la sociedad, consiguiendo que nos adentremos en la cabeza de una adulta que arrastra este silencio desde sus siete años de edad.
