La Premio Nobel de Literatura de 2004, Elfriede Jelinek, novelista y dramaturga, es una autora poco conocida en España. A pesar de la popularización de su novela La pianista, gracias a la adaptación cinematográfica de Michael Haneke en 2001, o el impulso editorial que le confirió el propio Nobel, y a pesar de representar, en definitiva, una de las voces más singulares de la dramaturgia europea contemporánea, la obra dramática de Jelinek sigue mayoritariamente desconocida y rodeada de una cierta aura de inaccesibilidad. Magda Puyo se lanza al reto de su puesta en escena, tras su recordado paso por La Abadía con el montaje Solo yo escapé.
Mediante alegorías de ríos congelados, pueblos vigilados por perros, paisajes helados, músicos ambulantes, sueños y espejismos, se exploran temas universales como la sexualidad mediatizada por Internet, la perversión de la opinión pública, el culto a la juventud, el fascismo, el paso del tiempo, la demencia o la autocrítica.
Con ello, la obra se presenta como un trabajo de búsqueda introspectiva donde la palabra, la música y el movimiento se unen en el escenario para pervertir tanto la composición de Schubert como los escritos de Jelinek. Y siempre con toques dramáticos, ironía y una cierta sensación de desesperanza.