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Àlex Rigola recibió la propuesta de hacer una obra sobre la muerte. Y lo que resultó fue, en realidad, una creación sobre el individualismo, el neoliberalismo, la familia, lo inmaterial, la humanidad, lo grupal, el existencialismo, la supervivencia, la amistad y el amor. En definitiva, un espectáculo sobre la vida a partir de la muerte.
En Un país sin descubrir de cuyos confines no regresa ningún viajero la puesta en escena es muy sencilla: una actriz, un actor, una mesa, un ordenador y una pantalla donde aparecen preguntas. La dramaturga y actriz Alba Pujol mantiene una conversación con su padre, Josep Pujol, catedrático de Historia de la Economía, interpretado por Pep Cruz, durante su último ciclo de quimioterapia.
La obra se estructura a través de la adaptación de las transcripciones de las conversaciones entre padre e hija, con Cioran, Shakespeare, Lacan, Gil de Biedma, Eugenio, los hermanos Coen o Peter Handke como compañeros de un viaje en el que la pulsión de muerte nos lleva a la vida. En total, 180 páginas de material que, después, se perfilaron, releyeron y recolocaron para generar esta obra en la que la preparación del entierro y el funeral conduce a profundas reflexiones, pero también a una mirada repleta de sentido del humor.
Hablando directamente con el público, los dos intérpretes relatan y reviven estas conversaciones. Un país sin descubrir de cuyos confines no regresa ningún viajero es un proyecto de teatro documental y vivencial de Àlex Rigola, uno de nuestros directores españoles más internacionales, responsable de propuestas nada convencionales como Macho Man (2018), Vania (2017), Who Is Me. Pasolini (2016), Incerta Glòria (2015) o Marits i Mullers (2015) y que, creación tras creación, continúa rompiendo los límites del escenario. Ahora, con la ayuda de las palabras de Josep Pujol, el director nos muestra una lección de vida, de amor, de relaciones entre personas y de enfrentamiento a la muerte digna de una perspectiva apacible y rica en conocimientos.
