María Herrero y Proyecto Barroco son los autores de Un musical barroco, un espectáculo con el que quieren rendir su particular homenaje a los antepasados del teatro. Desde los más insignes como fueron Lope de Vega, Calderón, Jorge Manrique o Shakespeare, hasta los más humildes que no han tenido la suerte de ocupar un lugar privilegiado dentro de la historia. Esta comedia para voces y piano a cuatro manos ahora puede verse en el Teatro Infanta Isabel.
Tomando como referencia el periodo barroco, esta comedia musical para voces y piano a cuatro manos, quiere rendir homenaje a nuestros antepasados teatrales, desde el más insigne escritor hasta el más humilde de los juglares. A todos lo que a lo largo de la historia han contribuido al hermoso arte del teatro. Para ello se valen de textos musicados de Calderón, Lope de Vega, Jorge Manrique o Shakespeare, entre otros autores, así como de una propuesta escénica y gestual muy particular. Se trata en definitiva de un proyecto que apuesta por una revisión muy especial de nuestro teatro clásico. Con ella aspiran a que todo el mundo pueda disfrutar de la estirpe cultural a la que pertenecemos de un modo diferente.
A finales del siglo XVII, una particular troupe de actores encabezada por el Duque de Ochoa, un excéntrico noble reconvertido en lo que ahora entenderíamos como productor teatral, se dirige hacia Esquivias para hacer una representación teatral. Los caballos que tiraban del carro de la compañía, agitados inexplicablemente desde primeras horas de la mañana, se desbocan colisionando con el carro de un arriero que pasaba por allí, con tan mala suerte que ambos carros se despeñan por un desfiladero, muriendo todos y siendo todos enterrados como cómicos fuera de los muros del cementerio, fuera de tierra sagrada, tal y como dictaba la ley de la época.
Esta particular familia queda atrapada en un espacio-tiempo indefinido, con solo una trampilla de metal cerrada como puerta entre dos mundos que crea conflictos entre los integrantes de este extraño limbo; algunos tratan de salir, otros prefieren permanecer en el confort de lo ya conocido.
Un lugar donde intentan descubrir qué es lo que los mantiene suspendidos en el tiempo, tratando de no olvidar quienes fueron, reconociendo y analizando tanto sus anhelos, como sus más oscuros secretos y como buenos cómicos realizando incansablemente su labor de actores, reviviendo así sensaciones y emociones de cuando estaban vivos, algunas ya oxidadas por el paso de la eternidad.
En este montaje podemos vislumbrar cómo era la vida de los actores en el siglo XVIII, el estigma social y cultural que asumían pero también la capacidad de vivir en libertad dentro de una sociedad carpetovetónica.
A través de sus personajes, algunos de ellos inspirados en personajes reales, podremos comprobar la importancia de formar parte de una comunidad, de sentirse parte de algo. Pero tanto en la vida como en el teatro esto no es tarea fácil. ¿Cómo conseguir ser individuos y colectivo a la vez? Solo un colectivo que respete y ame a los individuos que lo componen tendrá la oportunidad de avanzar y sobrevivir.