Por Hugo Pérez de la Pica
Tus muertos, que son los míos es un canto a los cantares, una oda a la oda.
Este espectáculo me sale de la trastienda inmediata, de ese lugar donde los panes son panes y la marea está alta. Género: arte escénico español, que va desde la vieja asturiana que toca la pandereta al clavecín de Mateo Albéniz, del lamento en forma de saeta a las pantorrillas trenzadas por el chapín de una bolera. Hay en nuestro país tradición y forja para el saber bien pisar la escena colosos y titánicas, gigantes de nuestros versos. Pero hay unas señoras (y señores) que han jugado en otra liga; han sido sacerdotisas (sí, ellos también cumpliendo el papel de sacerdotisas) del rito teatrero, ángeles custodios del acervo y la modernidad. Creadoras que no engendran nunca violencia. Como esto acontece en esta gente tan prodigiosa que son mis actores, nada más puedo decir. Quiero dar mi testimonio y rezarles, a tus muertos, que son los míos.
De vez en cuando aún oigo por mi ventana el quejido de un muerto que pide clemencia o simplemente que le escurran el bulto o le tomen el pulso. Mi única misión ha sido dar brillo al pulso opaco de la muerte.