Fotos: Juan Carlos Gargiulo
Una familia con un hijo adolescente, ciego y en silla de ruedas, y con una capacidad de manipular a los demás sobresaliente, reciben la entrega de una niña por parte de una familia que no puede mantenerla.
Solo, que es como se llama dicho personaje, ve a su hermanastra Felicia, como los ojos y los pies de sus necesidades. Entre ellos se crea una dependencia enfermiza absoluta, que convierte a su relación en una mina de segundas intenciones. Todo esto sazonado por su padre, Napoleón, un hombre obsesivo por los dulces y con tacones y piernas de prostituta, y Babieca, su madre, una mujer que todavía viste con su traje de casada desde hace más de 20 años, con casco de guerra y botas militares. Los dos se ven obligados por su hijo a vivir dentro de una lavadora ella y en un frigorífico él. La falta de recursos económicos de esta familia, que en su tiempo fue acomodada y ahora en la más absoluta indigencia, le da un carácter a la obra decadente y trasnochador. Hasta que un día y después de repetir siempre las mismas escenas, los mismos chistes, las mismas conversaciones, hacen que Felicia tome una determinación que cambiará la vida de todos.