Pieza de danza moderna coreografiada e interpretada por la coreógrafa, bailarina y docente brasileña, afincada en Madrid, Poliana Lima. En ella la coreógrafa continúa desatando sus monstruos. Aquellos que comenzaron a asomar en su obra Oro negro, que continúan danzando en este nuevo espectáculo, The Common Ground, y que terminarán de hacerlo cuando la trilogía se cierre con Carnaval.
Con dientes de bruja, diabólicos ojos totalmente negros y movimientos lascivos Poliana Lima se plantó en el escenario en su obra Oro negro. No quería provocar taquicardias como las películas de terror al uso. Su intención era retar al espectador en sus miedos. Buscaba y autoexploraba y experimentaba en su propio cuerpo las ideas para luego expandirlas.
¿Qué es lo que da miedo? ¿La lengua, lo negro, el culo, la mujer, lo sexual? La coreógrafa hizo de espejo para encarnar lo que ha sido demonizado. En realidad, quería hablarnos de lo fantasmagórico que hay en la otredad, de la percepción monstruosa que a veces tenemos de los otros, de la distorsión que vemos cuando no nos gusta nuestro cuerpo. Con esa obra aprendió mucho sobre todo de lo que el público ve o quiere ver en ella.
Su trabajo entronca con preocupaciones artísticas antiguas que giran alrededor de la identidad, su tema predilecto, presente en prácticamente la totalidad de su catálogo coreográfico. Mujer, artista, latinoamericana, inmigrante… son realidades que han alimentado la ficción de la coreógrafa brasilera, que va avanzando en su imaginario.
The Common Ground, no es una continuación ni una secuela, sino que disemina estas ideas ya aprehendidas en los cuerpos de los bailarines: Almudena Pérez, Darío Barreto, Darío Sigco, Malvin Montero, Natalia Fernandes y la propia Poliana. Intencionadamente son personalidades artísticas de muy variada procedencia, portadores de otras culturas, con cuerpos muy distintos y dueños de muy diversos monstruos.
Reincide también con colaboradores que pasan por habituales, como Javier Cuevas en la dramaturgia, o nuevos, como Cube.bz en la iluminación. Este hecho tiene un poco que ver con el arraigo y con una necesidad lícita, la de reafirmarse como artista en el contexto de la creación madrileña, con ser una artista de aquí y no la coreógrafa que llegó de Brasil.