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Por Álvaro Vicente
Fotos: Adrià Bosch
El estreno absoluto en esta edición del Festival de Otoño del cuarto montaje de Lobato & Rojas certifica la consolidación de una compañía que, desde 2014, primero como plataforma de apoyo a la producción de dramaturgas incipientes como María Velasco, Sergio Martínez Vila o Lola Blasco, y luego ya como generadores de sus propios espectáculos a partir de 2017, ha encontrado un camino y un estilo propios. Esto tiene mucho que ver con la inquieta personalidad artística de sus dos almas, Aarón Lobato y Julio Rojas, que desde el principio han apostado por un teatro contemporáneo y por la resignificación de grandes clásicos y personajes de la literatura universal, tratando cuestiones como la alteridad, la identidad, el género, la expresividad corporal y la transdisciplinariedad.
Así, después de estrenar en Surge Madrid Julieta y Ofelia: suicidas de toda la vida (2018), Wände_Wunde con el apoyo de Conde Duque, Abadía y RESAD (2019) y Martirio de nuevo en Surge Madrid (2021), llega Sodoma, con dramaturgia de Rojas y dirección de Lobato, como de costumbre. Sodoma se desarrolla en dos planos paralelos: por un lado, emulando el relato bíblico, dos ángeles -caídos- llegan a Sodoma anunciando la inminente destrucción de una ciudad preñada de vicio y pecado. Solo se evitará el castigo divino si hallan a algún hombre justo. Por otro lado, hay un personaje llamado El Autor que muestra su bloqueo creativo y existencial: tiene cosas que contar, muchas, pero también tiene mucho pudor. ¿Será él el hombre justo que buscan los ángeles caídos?, se pregunta. Es un hombre nacido a finales del siglo XX, se identifica como homosexual pero no parece haber sufrido excesivamente por esa condición. ¿Qué significa, pues, Sodoma para él? Ahí comienza el asedio, no de la ciudad pecaminosa, sino de él mismo. “¿Qué puedo contar? ¿Quién soy?” Preguntas que llegan desde la catapulta interior que supone la madurez.
“Como autor y como homosexual -comenta Julio Rojas, que fue actor antes que dramaturgo- no puedo permitirme hablar sobre ‘lo homosexual’ sin mirarme primero a mí mismo. Pero el pudor asedia, la vergüenza asedia, la memoria asedia. También el compromiso con la representatividad del colectivo LGTBIQ+ («¿A quién representa esta Sodoma? ¿Soy yo representativo de algo?»). Tratando de liberarme de ese asedio, imagino a un alter ego llamado ÉL (‘él’ también es pronombre de dramaturgo, demiurgo, de homosexual, sodomita, joven, niño y adulto). Este personaje lucha contra su bloqueo creativo y contra la inseguridad y sentimiento de inferioridad propia de un treintañero gay que ha crecido en un sistema aún patriarcal”. A medio camino entre la obra confesional y el relato de fantasía con tintes bíblicos, Sodoma es una historia LGTBIQ+ sembrada de iconos paganos y queer, que añade a todo este cóctel el complejo de Peter Pan, el cuento del niño que no quería crecer.
Relato identitario de un niño nacido en el tiempo en el que algunos pensadores certificaron el fin de la Historia, se mira en presente bajo la etiqueta de millenial en un mundo que encabalga crisis tras crisis, económica, política, sanitaria, medioambiental, y parece abocado a algún tipo de apocalipsis que se transmitirá en streaming. Aquel niño, hoy declarado sodomita, tuvo constancia de lo que era su deseo y por eso la estructura de este relato de maduración bebe del argumento universal del retorno al hogar. Un mapa, finalmente, sobre los deseos, conflictos y afectos de un dramaturgo de treinta y tantos que ha convivido y convive con lo hermoso y lo terrible, levantando Sodoma y volviéndola a derribar y volviéndola a levantar y volviéndola a derribar, en un bucle sin fin.
