Un pueblo acoge la llegada de una extranjera, una refugiada. Una madre hospeda a la forastera en su casa, donde vive con sus dos hijas. La madre debe mantener a sus hijas en aislamiento, debido a una extraña alergia, cuyo costoso tratamiento ha sido pagado ‘altruistamente’ por sus vecinos. La forastera no dejará indiferente a ninguno de los habitantes de este pueblo llamado ‘Pecado’, quienes tratarán de conocerla sin darse cuenta de que en lugar de eso, se están dando a conocer ellos mismos.
La destrucción de Sodoma y Gomorra es un cuento antiguo narrado tanto en La Biblia como el Corán. En el libro Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas, Rafael Martínez Nadal describe una conversación íntima con el poeta granadino el 16 de Julio de 1936, casi un mes antes de su muerte. Después de hablar de la circunstancias políticas del país el poeta cuenta a Martínez Nadal el proyecto en el que se encuentra inmerso, una trilogía bíblica que hacía años andaba rumiando: “Pero quizás escriba primero LA DESTRUCCIÓN DE SODOMA, ya lo tengo todo pensado ( …) todo tendrá un ambiente pompeyano, de una Pompeya vista por Giotto. ¡Qué gran historia de conversación y vida, de poesía y sexo!. (…) ¡Qué magnifico tema! Jehová destruye la ciudad por el pecado de Sodoma y el resultado es el pecado del incesto. ¡Qué gran lección contra los fallos de la justicia, y los dos pecados, qué manifestación de la fuerza del sexo!”.
Al escribir Un pueblo llamado Pecado nuestra intención no era la de continuar el proyecto inconcluso de Lorca, tarea a parte de imposible bastante tediosa, sino la de tomar como inspiración creativa las breves notas esbozadas en segunda persona del genio, confiando en que el material de base era de por si lo suficientemente poderoso como para haber sobrevivido siglos.
De esta manera, y sin concesiones, podríamos esbozar preguntas nuevas, para dilemas añejos: ¿Cuál es la la verdadera naturaleza del alma humana? La confianza en la bondad intrínseca del ser humano tiene mucho de arrogante, la ambigüedad del alma es de una veracidad trágica.
La propuesta alberga además el experimento de cambiar el sexo del personaje protagonista (Padre o Madre) en cada función, teniendo por lo tanto dos versiones idénticas del mismo montaje que dan como resultado dos significantes completamente opuestos, pues más que el sexo del protagonista lo que cambiará es la visión del espectador ante el relato. Experimentaremos así sobre las connotaciones inconscientes de los roles sociales marcados.