Foto: Juan Carlos Toledo
Cuando paseamos por un bosque nada nos puede hacer pensar que nuestras pisadas están siendo registradas por un cerebro subterráneo.
Una extensa red de micelios de funcionamiento similar a nuestro sistema neuronal hace posible la comunicación e intercambio de sustancias entre diferentes hongos y organismos vegetales, permitiendo que muchos especímenes se ayuden mutuamente al tiempo que otros utilizan la red para su propio provecho.
Rizosfera traza un itinerario entre esa hermosa y terrible vida subterránea y la terrible y hermosa vida en la superficie: el estado de bienestar asentado en la explotación, el conocimiento colaborativo y el hackeo constante de nuestros derechos y libertades.