Nacieron para ser estrellas, tirando del subtítulo que llevó su primera pieza, Años 90. Nacimos para ser estrellas, de la que el profesor y crítico Eduardo Pérez Rasilla dijo que era “un trabajo paradójicamente maduro y extraordinariamente exigente”. Nacieron para ser estrellas y, en cierto modo, lo han conseguido. Al menos siguen brillando 20 años después. Porque La Tristura cumple 20 años en 2024. Y lo van a celebrar en Condeduque volviendo sobre tres trabajos, uno por cada uno de sus miembros podría decirse: el más literario, con Violeta Gil volviendo con su show poético junto a Abraham Boba, Antes de que tiréis mis cosas; el más cinematográfico, con un pase comentado de Las chicas están bien a cargo de su directora Itsaso Arana; y el más teatral, que reúne a las dos citadas con Celso Giménez, con el cierre de gira de Renacimiento, la obra con la que volvieron a la actividad hace tres años, tras la pandemia.
Ese ingrediente -omnipresente entonces- de la pandemia, se ha ido desdibujando a medida que la obra se ha mostrado por España y por Europa. Es por su título y por el hecho de ser un montaje con el que muchos teatros europeos reiniciaron su actividad tras el azote de la Covid-19, que la pieza cobró una transcendencia especial, uno de esos trabajos que colocan a sus creadores un peldaño más por encima. Pero pasado este tiempo, cobra fuerza la idea central de la pieza en un mundo entregado al presente radical que olvida rápidamente lo que supuso aquel seísmo y cuánto necesitamos los cuidados más básicos, los verdaderamente importantes. Porque Renacimiento pone en el centro el microcosmos de los montajes técnicos y de sus trabajadores. “Queremos pararnos a observar el tipo de diálogo y de intercambio que ahí se genera. Un tipo de cooperación aún concreta y tangible, donde se hace evidente que sin el colectivo, sin la comunidad, será imposible tener todo listo para cuando se alce el telón”.
Además de eso, Renacimiento se dibuja a partir de momentos icónicos de nuestra democracia, un periodo de menos de 50 años que lejos de cimentarse, parece sufrir un deterioro en línea con otras democracias occidentales. No se trata de juzgar nada, si no de observar desde otro lugar y tal vez tomar conciencia de que estamos simplemente en la infancia de nuestra historia democrática, y que todo está de nuevo por construir.
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