Foto: Daniel Garrido
Nunca he entendido las matemáticas. Quizás porque nunca me paraba a pensar en su verdadero significado. Tampoco nunca he entendido el amor… quizás por lo mismo. Siempre he actuado por impulsos, como un simple número irracional. Pero ¿y si las matemáticas pudieran ayudarte a conservar el amor? ¿Y si mediante un análisis exhaustivo de los datos sobre tu vida pudieras cambiar el destino? Yo estaría solo por siempre si fuera así. Chiqui Carabante, uno de los dramaturgos y directores a los que más ganas tengo siempre de acudir (fundador de la magnífica compañía Club Caníbal) ha escrito una obra sobre la improbabilidad de acertar cuando se trata de emociones. Antonio Aguilar ejecuta, sobre unos interesantes y creativos dioramas, esos pensamientos en una clase magistral sobre lo complicado que resulta aceptar un resultado negativo, sobre la dificultad que tenemos al resolver ecuaciones cuando la incógnita siempre somos nosotros mismos. Sergio Díaz
¿Dónde estaríamos ahora si hubiéramos actuado de forma diferente en el pasado? ¿Qué probabilidad existiría de seguir con ella?
La vida, como si fuera una partida de ajedrez, multiplica sus posibilidades a cada movimiento, a cada paso. Cada decisión que tomamos nos abre las puertas de un número ilimitado de opciones que nos plantean nuevas decisiones.
¿Hay alguna forma de calcular lo que debemos hacer para conseguir lo que deseamos de forma estadística?
Si de las veces que he actuado de una forma determinada ante situaciones similares el resultado ha sido equis, ¿por qué cuando vuelvo a actuar de la misma forma el resultado ya no es Equis, si no Hache?
Hay que aceptar que el ser humano no entra dentro de cálculos razonables. Y mucho menos nuestras emociones.
Si apenas podemos controlar lo que nos apetecerá mañana, ¿cómo vamos a controlar los apetitos insondables de los demás?
Así que el amor entre dos personas es un accidente bello y efímero.
Lo natural es su final repentino. La combinación de dos materias tan volubles supone la poca perdurabilidad del resultado.
Y cuando nos encontramos con parejas que han logrado mantenerse unidas hasta la muerte no podemos evitar preguntarnos, ¿es esto realmente amor? ¿Es ese el amor que yo ando buscando?
Quizás….
Y esto inevitablemente nos conduce a pensar en una única persona con la que lograste imaginarte en un futuro. Un futuro que ni siquiera imaginabas como era. Porque no hacia falta pensar en él. Simplemente llegaría. Pero ahora lo único que puedes saber es como fue tu pasado. Y tratar de imaginar como podría haber sido tu vida si hubieras dicho tal o cual cosa. Pero eso vuelve a llenar tu cabeza de un sin fin de cálculos. Una aritmética que te conduce a decenas de versiones de ti mismo que, de forma trágica, no te aseguran que con ellas la pareja hubiera funcionado.
Probabilidades trata de un personaje que analiza el último momento que vivió con su pareja. Apenas unas cuantas frases intercambiadas, unas miradas, unos gestos que darán para un sin fin de significados que quizás aún no ha entendido en profundidad. Pues las interpretaciones no tienen fin. Y cada una de esas interpretaciones conduce a una posibilidad perdida de respuesta a esa situación. Una posibilidad perdida de conservar el amor.
Un personaje que nos da una clase magistral, desarrollada sobre una pizarra, de la incomunicación entre los seres humanos. Una clase magistral de la resistencia ante la perdida. De la falta de aceptación del destino trágico de un amor.