Jugar, vivir; a fin de cuentas aprender y crecer.
De nuevo, esta obra parte de un interrogante: ¿cómo es posible que un animal tan torpe como el pingüino haya podido sobrevivir y evolucionar en un clima tan hostil como es el de La Antártida? Sin embargo, la respuesta no se queda en la superficie, sino que se sumerge en las profundidades marinas, en donde queda manifiesta la destreza nadadora de estas aves incapaces de volar.
Ping, el pájaro que no sabía volar nos habla sobre la identidad, sobre los límites del deseo y la necesidad de saber uno mismo quién es para orientarse en la vida. Ping sueña con volar con los otros pájaros y este anhelo y la visión contrastada que la realidad le devuelve le llevan a descubrir su propia esencia en un juego de divertida y feliz supervivencia.
En el espectáculo se entremezclan técnicas variadas para presentar un espectáculo complejo en su sencillez. El clown, la máscara y la manipulación de títeres se reúnen en un universo envuelto por la música y las imágenes.
Ping, el pájaro que no sabía volar recibió en 2007 el Premio MAX 2007 al Mejor Espectáculo Infantil.