Dos hombres, Juan y Luis, empleados de una empresa de recambios y reparaciones de calderas, se encuentran cada mediodía para comer. Una noche organizan una cena con sus respectivas compañeras. A partir de entonces, la relación entre ambos cambiará. Una propuesta de lo más inocente (o no) de Juan provocará un incendio cuyas imprevisibles consecuencias hará peligrar la apacible vida de hombres de familia de la que disfrutan.
Por Ignasi Vidal
Toda buena comedia tiene un componente de drama para los personajes. Cuanto mayor son las dificultades por las que atraviesan, más divertido es observar desde fuera. Así, conforme iba leyendo esta excelente comedia de Ramón Madaula, crecía en mí la voluntad de ponerla en escena.
Una gran cantidad de situaciones, pensamientos o conversaciones oídas se acumulaban en mi cabeza al ritmo que la bravuconería se instalaba en la mente desatada de estos dos hombres normales, completamente y rotundamente normales. Reía. Reía mucho y sufría con ellos a la vez, viendo cómo cada elemento de su argumentación les iba desnudando hasta quedar, por lo que a la dignidad se refiere, en paños menores.
La sencillez de Perdidos, contrasta con la gran carga de profundidad que exhibe el texto, sin pretender, por ello, nada más que hacer lo que toda buena comedia debe hacer, divertir y hacer reflexionar.