Los trabajadores de dos fábricas de electrodomésticos cerradas con 35 años de diferencia son los protagonistas de Numax- Fagor-plus, aunque ellos no estarán en escena, solo sus palabras. Numax cerró en 1979; Fagor, en 2013. Se pone en juego una revolucionaria colectivización del discurso, ya que serán los espectadores los que vuelvan a decir lo que dijeron en sus asambleas los trabajadores antes de ser despedidos. De hecho, los espectadores están dispuestos en el espacio de forma que se reproduzca igualmente la dinámica asamblearia.
Aquellas palabras componen un discurso que se ha repetido en muchas ocasiones, pertenece a todos pero probablemente no sabríamos reproducirlo de memoria. Y al verlo sobre una pantalla y al decirlo, comprobamos que no somos nosotros los que recordamos las palabras, sino que es la palabra la que nos recuerda a nosotros. El dispositivo creado aquí por Roger Bernat es una máquina de resucitar palabras y, con ellas, de resucitar lo colectivo en estos tiempos en los que se trata de desactivar la fuerza común para aislar al individuo.
A tal punto se ha llegado que, en la experiencia que dio origen a este proyecto, cuando Bernat se encontró con los trabajadores de Numax y Fagor, se le apareció la traición: “nadie se reconoce en las palabras de su antecesor. Los de Fagor no se reconocen en las palabras de los de Numax. Los antiguos trabajadores de Numax no se reconocen en las palabras de los de Fagor. Ni siquiera se reconocen en sus propias palabras de hace 35 años”. Pero esas palabras siguen resonando poderosamente. El propio público las enuncia: “Amnistía laboral. Readmisión de despedidos. Solidaridad con los trabajadores. No al despido libre. Democracia real ya. Violencia es cobrar 600 euros. Esta crisis no la pagamos”. ¿Les suena? ¿A qué les suena? ¿Qué pasa con las palabras cuando se colectivizan?