En Los que hablan, obra escrita y dirigida por Pablo Rosal, dos personajes entran al escenario para hablar el uno con el otro. Son Luis Bermejo y Malena Alterio, quienes ponen rostro y voz a una pieza que pretende reencontrar, borradas todas las pistas, la experiencia del personaje originario del escenario.
Rosal considera que estamos en una época en la que la palabra, sencillamente, ha perdido su integridad y su acción. Y con Los que hablan pretende resignificar la palabra con una inocencia nacida en el siglo XXI para resacralizarla en nuestro presente a través de una audacia extemporánea.
En escena, Rosal desnuda a los personajes, que devienen moldes, maniquíes, para presentar al espectador seres preculturales, siempre frágiles, en la cuerda floja, antes de conseguir ser alguien. Mostrar al ser humano suspendido, tembloroso. Desposeerlo de esa absurda seguridad que ha obtenido desesperadamente y presenciar gloriosamente sus probaturas, sus honestos fracasos. Darnos el gusto de observar con ternura todo lo que el ser humano ha añadido al alma, por interés del ego.
Se trata de comprender realmente lo que es el silencio. Dejar morir la palabrería, reunirnos para esto y encontrarnos al fondo, todos, callados.