Fotos: Luz Soria
Un Fin del Mundo llega. Dos niños y una niña son llevados a mitad del bosque. La misión que recibieron de los padres: Ahora tenéis que contar todas las historias. Tenéis que contarlo todo. Y estos tres niños, mientras afuera todo se desintegra, cada día han ido contando una historia: historias de finales, de momentos de abismo, de muertes. Y a la vez esperan.
Pasan los años, los niños han crecido. Ahora son tres jóvenes que llevan muchísimo tiempo a solas. Y desde el mismo lugar, junto a su tienda de campaña lo siguen contando todo, atrapados en un no-tiempo y en este bosque que tal vez no sea lo que parece. Una especie de máquina absurda que les obliga a contar una y otra vez historias que no saben realmente de dónde proceden ni qué fin cumplen. Solo saben que esta es la herencia que han recibido, y que es lo que tienen que hacer.
Pero llega el día en que las preguntas se hacen más fuertes: ¿Son estas todas las historias? ¿Son inventadas, o son testimonio de otra realidad? ¿Estamos afectando al mundo por contarlas? ¿Qué historias contar ahora que ha llegado el fin del mundo? ¿Seremos capaces de contar otras historias? Y enfrentados al fin, ¿de qué vamos a ser los precursores?