Por Álvaro Vicente
Nueva oportunidad para disfrutar de La Chachi, representante de una hornada de artistas escénicos malagueños que está dando mucho que hablar por su feliz osadía creativa. Ahí están Alberto Cortés (que acompaña en las labores dramatúrgicas de esta pieza) o la actriz y creadora Alessandra García, la poeta Violeta Niebla o la violinista Luz Prado, demostrando que la ciudad andaluza vive un momento de extraordinaria vitalidad, aunque muchas veces tengan que buscarse fuera las habichuelas. Junto a todas ellas, María del Mar Suárez, La Chachi, no es una recién llegada, porque lleva desde 2008 distorsionando el tradicional lenguaje flamenco para acomodarlo a su genuino estilo, donde la hibridación es la norma. En 2017 estrenó La gramática de los mamíferos, que obtuvo ya varias nominaciones y premios. En 2019 llegó La Espera, que ya conquistó el templo sevillano de la creación contemporánea, el Teatro Central. Con Los inescalables Alpes, buscando a Currito visitó fugazmente el Festival de Otoño el año pasado, y en esta edición tan especial vuelve con el Premio Godot de Danza 2022 bajo el brazo.
Espectáculo de flamenco contemporáneo con tres músicos en escena (Lola Dolores al cante, Francisco Martín a la guitarra e Isaac García a la percusión) y texto de Cristian Alcaraz, la actriz y bailaora malagueña expresa la búsqueda del amor, alejado de una consideración romántica, en el siglo XXI. Escalar es aquí un verbo que se erige como símbolo de superación, junto a la vieja idea de romería, tan atávica, como metáfora de la salvación. Dos caminos que redimen el cuerpo, dispuestos para jugar con lo inalcanzable. “Esta pieza es un viaje literal -explica su creadora-, transita de un punto a otro a modo de aventura, de tragedia. Por el camino el cuerpo se transfigura en penitencia, porque un cuerpo que ruega se transforma, se postra en el suelo y se retuerce”. En esa búsqueda, a través de una corporalidad extasiada, el flamenco se encuentra con el krump, baile callejero caracterizado por su derroche de expresividad, su libertad innegociable y su energía arrolladora. Batalla entre dos tradiciones, una antigua, otra de ahora, salve rociera y mirada en presente, peregrina cansada que vuelve a levantarse hasta conseguir su propia elevación.
Rompedor, intenso, hipnótico, magistral, visceral son algunos de los adjetivos que el espectáculo ha ido cosechando allí donde se ha presentado. Es evidente que La Chachi se ha colado ya por derecho propio en esa tendencia reciente de ruptura y revalorización del flamenco siguiendo la línea de otros outsiders como El Niño de Elche, Israel Galván o Rocío Molina. Esta escalada imposible (a juzgar por el título de la pieza) es un reto que de objeto místico pasa a lucha carnal, buscando encontrar la redención en el otro, del amor sagrado al profano sin perder la profundidad. “Me gusta llevar el flamenco a situaciones imposibles, a cuerpos imposibles”, reconoce La Chachi con su expresividad única, gestualidad indomable que la posee dentro y fuera del escenario. “Poesía, un poquillo de comicidad y otro poquito de belleza, como pasa con Valle-Inclán. Me gusta cuando retrata este esperpento de humanidad, ahondar en esas debilidades del comportamiento humano pero con un tono fresquito, que si no me aburro”. Tan lúdica como perturbadora, La Chachi no se conforma con ningún santo grial y despliega una batalla que ansía, para el amor y para el flamenco, una nueva realidad.
Esta obra ha sido galardonada con el I Premio Godot a la Mejor obra de Danza 2022.