Fotos: Jero Morales
Atenas está en guerra. Trigeo, viñador del Ática, emprende el acto heroico de traer la Paz a su ciudad. Una mañana se levanta con el deseo quijotesco, incontenible, de subir al Olimpo para pedir explicaciones a los dioses. Cual caballero andante que no parará hasta deshacer el entuerto, lo hará cabalgando a lomos de su escarabajo gigante (animal muy valorado en el universo mitológico de Aristófanes).
La fábula de esta comedia, fruto irreverente de la unión entre el teatro de Nieva y el de Aristófanes (autor original), es una invocación a la diosa Paz, con todas las dificultades que esta noble voluntad conlleva…
Los esclavos atenienses, amasan excrementos que utilizarán para alimentar al escarabajo pelotero gigante que Trigeo usará para volar a una reunión privada con los dioses. «En este preciso punto, comenzará la función a la clara voz de ¡mierda!», anuncia Corifeo. Cuando Trigeo llega a la casa de los dioses, solo Hermes está allí; los otros dioses se han ido a un refugio remoto con la esperanza de que nunca más serán molestados por la batalla, pero La Guerra acecha, victoriosa como un huracán…
A Trigeo le cuentan que La Paz está prisionera, maltratada, cadavérica, en una cueva cercana. Corifeo, coro y todo aquel que se precie como humano en vías de civilización, llevará a cabo el rescate para instaurar el pacifismo.
En La Paz impera lo mixto y lo incoherente, la alegoría y el símbolo, hay en ella utopía y escapismo, si se quiere, de la sociedad. Domina la fantasía. Espectáculo y público saben que pertenecen al plano irreal del teatro y de la fiesta dionisíaca, a su libertad restringida en el espacio y en el tiempo…