Por Irina Kouberskaya
El acercamiento a la auténtica historia de Lady Macbeth. Lady Gruoch, la mujer en la que se inspiró Shakespeare para crear el personaje dio impulso a la creación de esta puesta en escena. Fue adoptada de niña por el rey Duncan, aquel que acabó con la vida de toda su familia. La pequeña Gruoch, nieta del rey Kenneth III creció en silencio… y ahora nuestra obra le da la palabra.
El diferente punto de vista hacia los hechos abrió nuevos caminos de comprensión de la tragedia. La historia dio un vuelco invitándonos a compadecer, comprender, rechazar y reflexionar. «La bendición de Dios os acompañe y a todos los que deseen trocar el mal en bien y a los enemigos en amigos». La conciencia torturada de Lady Macbeth huye por el hilo del delirio y del suicidio. «Tierra borra mis pasos» ese final es la configuración humana de Lady Macbeth.
Si me preguntan ¿Y por qué ahora Lady Macbeth? La respuesta serían varias preguntas mías: ¿Por qué damos la espalda a los grandes pensadores?, ¿Por qué no nos revelamos contra la idiotez?, ¿Por qué no damos un paso adelante hacia nuestra auténtica capacidad, hacia la importancia del nacimiento de cada uno de nosotros? Por qué tanto empeño en convencernos de algo que no somos, cuando cada nacimiento es la manifestación de una voluntad de nacer que no nos pertenece y que nadie tiene derecho a cegar.
No es la primera vez que me acerco a Shakespeare que junto a Cervantes, dos genios que convivieron en el mismo tiempo, dijeron: Cervantes «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace»; Shakespeare: «falsa creación de un cerebro delirante». Ambos alertaban a la humanidad sobre el precario estado de la consciencia del hombre «confundiendo toda la armonía de la tierra, donde la infamia tiene el rostro de la virtud, donde la violencia es símbolo de la modernidad y la campana de los difuntos toca sin que ya nadie se pregunte por quien». La sociedad está cada vez más desnaturalizada, desarticulada, manipulada: «el falso rostro tiene que ocultar lo que siente el falso corazón».
El escenario es un lugar sagrado. Condensación y explosión de las experiencias del ser humano.
Para el desarrollo de esta puesta en escena era necesaria la colaboración de una actriz de gran calado. Afortunadamente la encontré en la figura de Beatriz Argüello, que desde hace tiempo manifestó su interés en trabajar conmigo. Aquí está el resultado de nuestra aventura.