Fotos: Sergio Parra
¡Qué inmenso personaje fue Ramón de la Cruz! ¡Y qué poco lo conocemos! A él le debemos la introducción de los principales valores de la Ilustración, la creación de nuevos tipos populares, la presencia del metateatro a través de las complejas vicisitudes de las actrices y actores de su tiempo, la laicización del teatro o la sistematización del sainete como género escénico. ¿Saben en qué coinciden las palabras ensaimada y sainete? ¡Pues sí! En la manteca de cerdo, o saïm que és como se le llama en catalán. El sainete emula la recompensa que se daba a las aves de caza cuando cobraban una presa: un pequeño trozo de grasa de cerdo. Y a los espectadores se les recompensaba con una pequeña obra que separaba las diversas jornadas de la obra principal.
Ramón de la Cruz hizo de este arte menor una de las joyas de la dramaturgia española del siglo XVIII. Lluïsa Cunillé ha cosido diversos sainetes de Don Ramón que coinciden en mostrarnos el mundo de las compañías de teatro por dentro y nos ofrece una descripción minuciosa de sus personajes. Y nos permite, a través de los tiempos, poder acercarnos al mundo de una compañía nacional de teatro clásico, integrada por actrices y actores que han sido formados a lo largo de los últimos años en sus escenarios.