Más que son, fueron. Sobrevivientes de una guerra que nadie recuerda, por más que no cejen en su intento vano de ganar una batalla contra el olvido, magnificando aquellas escaramuzas, meras efemérides que a nadie interesan. Estos quijotes que parecen desenterrados de la zanja de la historia, desde el final de sus destinos se preguntan: ¿Hubiese sido distinto de haber alcanzado la victoria en aquella lejana guerra?
¿Fue aquel el combate crucial o queda el decisivo contra la muerte? La sátira del poder y la fe como acto de resistencia, son los polos que cruzan estos personajes. La suya es la lucha desesperada por la propia vida, campo de batalla, combate sin tregua por la conquista de un destino.
Los tres actores clásicos de Zaranda, su núcleo duro, son el ejército en desbandada de esta ardua y larga batalla, su lenguaje reconocido es su desarbolada bandera en un mundo en guerra contra el sentido poético de la existencia. Escaramuzas, deserciones y frentes que se abren en sus propias consciencias. La metáfora de un combate, la belleza de la derrota y el triunfo de los que pese a ella nunca pierden el horizonte.
En un momento en que el pesimismo, la tristeza o la desesperanza nos han derrotado, en La batalla de los ausentes resucitan una espada de luz contra esos jinetes oscuros, en un canto a la dignidad humana contra todo los que ocultan al amanecer su horizonte.