Isabel es una mujer astrosa, de ropas arruinadas y dientes torcidos. Ella lleva a escena la voz de los marginados de la sociedad que hemos construido y los presenta en toda su riqueza y profundidad emotiva.
Isabel desterrada en Isabel es un espectáculo unipersonal exquisitamente escrito. Nos presenta a una mujer a la que la vida le pasó de largo y ahora a pesar de sus muchos esfuerzos, no encuentra su sitio en esta sociedad.
Isabel, es un ser humano sumergido en la más profunda soledad y en la total desesperación de lograr entablar comunicación con alguien. La única compañía que encuentra en una ciudad, que parece no verla, es un tarro de la basura. Ante él, ella abre su corazón y se deja llevar por un vertiginoso viaje de emociones y sensaciones, pues al fin ha encontrado alguien con quien reír, cantar, acurrucarse. Se lamenta, bebe, busca algún recuerdo que la haga sonreír. Tiene esperanza, tiene una mirada de la realidad que es bondadosa. Pero el silencio le duele dentro. “Ya nadie habla con nadie”, y eso para ella es una pesadilla, eso para ella es la asfixia de un sistema que la arroja al borde de la civilización.
En este encuentro, Isabel realiza un viaje, que asume con la secreta ilusión de encontrar al final del camino algo de felicidad, de afecto y de dignidad. Habla de su pareja, Aliro, a quien conoció en una plaza hace algún tiempo, un tiempo indeterminado en el que ella rió y tuvo ganas de abrazar a la vida misma para agradecerle ese claro de alegría entre tantos días grises y solitarios.
A través de un lenguaje sencillo, el personaje elabora un testimonio de vida en el que se encierran todas las contradicciones y angustias de una mujer al borde de su destino.