Por Ana Vallés
(Unos subtítulos. Que pueden ser capítulos, que son motivaciones)
El diablo en la playa. Lucifer, el portador de la luz. El ángel más bello del cielo que, por desafiar el poder creador de Dios, es condenado. El ángel caído.
El paraguas de Deleuze. La lucha contra el caos. Ante el que la ciencia y la filosofía crean un paraguas protector, mientras que el arte abre grietas, fisuras por las que se filtran el caos y la luz.
La habitación de Tarkovski. La luz como espacio, creadora de atmósferas, temperaturas, apariciones o lejanía. La luz para habitar o difuminar. Las relaciones fantasmales.
El vientre de la vieja. La capacidad de crear. Desde un vientre, desde una cabeza, desde una sensibilidad, de los que no se espera nada nuevo. Un lugar desde el que es posible plantearse preguntas y, quizás, tantear alguna respuesta. El gran regalo, una epifanía.
El traslado del cadáver. A dónde llevarlo, qué espacio encontrar para nuestras ruinas, las ruinas de la vieja Europa que, como dice Agamben en Cuando la casa se quema, les hemos puesto tantos parches y les hemos dado tantas capas de pintura, que parecen intactas.
La forma del cerebro. A partir de Europa tiene la forma de mi cerebro, de Cartarescu. El pensar compartido. Pero también una sensación generalizada de acabamiento, de final de una civilización (el último de los axiomas de Steiner para definir La idea de Europa).
Europa después de la lluvia.
El café de Steiner, los estrategas.
La muerte de Mickey Mouse.