Por María San Miguel
Fotos: Alba Muñoz
I’m a Survivor nace en el peor momento del estado de alarma provocado por la crisis sanitaria generada por la covid-19 en abril de 2020 en nuestro país. El Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, por iniciativa de su director, el dramaturgo Alberto Conejero, había lanzando la iniciativa Confín, una propuesta para dar la oportunidad a diez artistas de crear a partir de lo que nos estaba ocurriendo. Los espectáculos generados en el tiempo de confinamiento formarían parte de la programación del festival.
Yo conocía la propuesta y varios compañeros y amigas me habían animado a presentar un proyecto, pero todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor me había generado una enorme tristeza, ansiedad y no tenía impulso de crear. El plazo de presentación de propuestas finalizaba el 16 de abril.
Doce días antes, el 4 de abril, mi padre, que estaba ingresado en el hospital de Medina del Campo por una infección de riñón, dio positivo en coronavirus. El día 16, por la tarde, decidí presentar un proyecto que contase su historia de supervivencia (que no empezaba con la covid-19, sino 16 años atrás). El día 20, mientras yo me dirigía a mi centro de salud en la ciudad de Madrid para recoger un certificado que me permitiera viajar y reunirme con mi familia -y después de haber recibido la noticia de la muerte de mi maestro y amigo José María Calleja por coronavirus-, recibí la llamada de Alberto Conejero. I’m a Survivor había sido seleccionado con otras 9 propuestas entre 553 para formar parte de la programación del 38º Festival de Otoño.
Llegué a Medina del Campo el 21 de abril, cuando mi padre ya estaba en planta, después de haber dado negativo en dos ocasiones y, por tanto, haber superado la enfermedad que se ha llevado a más de 28.000 personas solo en España. Ese día comencé a documentar con mi móvil algunas escenas cotidianas de la vida en el hospital y, a partir del día 24, de la vida familiar y la recuperación de mi padre en nuestra casa para comenzar de esa forma mi proceso creativo.
El 28 de mayo, a las nueve de la noche, mi padre, tras quejarse de un dolor en la tripa, se desmayó. Al día siguiente moría en el hospital por una trombosis intestinal generada por las consecuencias, todavía desconocidas, que genera la covid- 19 en los cuerpos que habita.
El proyecto que había presentado a la convocatoria Confín describía así mi propuesta:
I’m a Survivor es una pieza de teatro documental en clave de humor negro con dos puntos de vista: el de mi padre, enfermo (entre otras muchas cosas) de covid-19, aislado y hospitalizado en plena pandemia en el Hospital de Medina del Campo (Valladolid); y el de una cocinera (esas piezas básicas para el funcionamiento de un hospital que habitan en los márgenes porque nunca reparamos en la importancia y necesidad de su trabajo), encargada de preparar los menús para las personas hospitalizadas durante la crisis sanitaria en nuestro país.
La muerte de mi padre atraviesa ahora nuestra vida y, de manera inexorable, este proyecto. I’m a Survivor es una pieza documental sobre lo que nos ha ocurrido en este tiempo de confinamiento (enfermedades, miedo, resiliencia, muerte y duelo). Y llevará también a escena parte de mi historia familiar. El personaje de la cocinera desaparece y mi madre recogerá el testigo como mujer cuidadora, invisible y resistente.
Ella me acompañará en escena y me ayudará a documentar nuestra historia y nuestro presente.