Por Álvaro Vicente
Con Societat Doctor Alonso nunca puede darse nada por sentado; anti-apriorísticos ellos, alérgicos a la convención establecida, valga la redundancia, el espacio-tiempo en puro presente que construyen en cada nuevo proyecto es una isla poética que, sin embargo, contribuye a ensanchar indefinidamente el concepto de lo teatral. En esta ocasión, el grupo catalán que comandan Tomàs Aragay y Sofía Asencio presenta una pieza sin palabras a partir del neologismo que le da título: Hammamturgia. De un lado, el dispositivo que comúnmente asociamos a la herencia árabe u otomana, que nos ha legado una arquitectura para la sociabilidad, el placer y la higiene. De otro, la dramaturgia, o la habilidad de coser una historia en el tiempo a partir del encuentro entre fuerzas cuya fricción genera un movimiento transformador hacia adelante.
Según la compañía, la hammamturgia vendría a ser como lo otro de la dramaturgia. “Aunque sus orígenes son distintos -explican-, entre el hammam y el drama existe un nexo, una relación significativa. Si en el drama la obra se produce ‘por alguien’, en el hammam es el calor el que produce la obra. La hammamturgia remite a una relación con las condiciones atmosféricas que producen la transformación de la forma-obra”. El calor mueve las partículas de un cuerpo a mayor velocidad y en ese movimiento, el cuerpo ocupa más espacio. La hammamturgia no tiene autor, entendido a la manera dramatúrgica, sino que se vincula con el ‘suceder’, con aquello que pasa, aquello que opera el cambio. Hay un fuego, un calor, que nos concentra a su alrededor hasta estar en su mismo centro. Por eso, como público, en esta propuesta habitamos el mismo espacio que la acción, estamos más dentro que fuera o directamente somos la acción, quién sabe. Hammamturgia genera y capta el flujo de los cuerpos y las cosas en el espacio, una sucesión que no explica nada, sino que propone y activa transformaciones, una obra coreográfica en definitiva, que trabaja con el espacio y el tiempo.
Dicho todo esto, no hay que tomar lo del hammam por lo literal, no hay que llevar el bañador ni se nos empañarán las gafas con los vapores. El público accede descalzo a un gran cubo blanco y cada cual elegirá su lugar en el espacio. Hay cuatro aberturas en cada uno de los lados del cubo por las que entran y salen también las cuatro performers que ejecutan las acciones, dando vida a láminas de plástico de distintos tamaños, colores y texturas con las que hacen palpable las metamorfosis de la materia sometida al movimiento. “La fuerza de la propuesta -relataba una crónica tras su estreno en marzo en el teatro Le Grutli de Ginebra (coproductor da la pieza)- reside en el carácter eminentemente inorgánico de la sustancia elegida para reflejar lo humano (…) Un grupo de artistas irreverentes agota los recursos metafóricos de un material derivado de los tan odiosos combustibles fósiles”. Cuerpos y cosas en el espacio en un flujo interminable, un suceder que no cuenta nada, sino que propone y acciona transformaciones de esos cuerpos, de esas cosas y de ese espacio. La propia Sofía Asencio, junto a la artista plástica Beatriz Lobo, el bailarín y creador coreano Kim Kidows y Ana Cortés (con el concurso de Serrucho y CUBE.SZ en la concepción del espacio y la iluminación), son las encargadas de avivar el fuego para acometer la mutación y generar la tensión entre la transformación y la pulsión humana de fijar en imágenes lo que sucede. Humor, paradoja, belleza y poesía inesperada, abluciones en el devenir siempre cambiante de un río que, siendo el mismo, nunca propone un baño igual.