Fotos: Nerea Mayor
Se cumplen cien años desde la muerte de Benito Pérez Galdós. 2020 es el año Galdós. Poeta, periodista excepcional, dramaturgo y novelista, Galdós tuvo una vida tan apasionante como sus novelas. Siempre rodeado de mujeres e influenciado por ellas, sus hermanas mayores, sus amigas, sus amantes, su madre… fue un grandísimo creador de personajes femeninos a los que dotó de carne, de carácter y de alma como nadie, hasta el momento, había hecho en la novela en español. Fortunata y Benito es un homenaje a los personajes femeninos de Galdós, una visita desde el siglo XXI al Madrid galdosiano que quizá no nos queda tan lejos. Laila Ripoll compondrá este nuevo espectáculo en su primera colaboración con LaJoven.
Siempre imaginamos a Galdós como un vejete con bigote, pero lo cierto es que hubo un tiempo en el que don Benito fue un joven alto, seductor y bien plantado que hacía pajaritas y vivía la bohemia y la noche de Madrid. También hubo un tiempo en el que soñó en un tranvía, en el que asistió atónito a una revolución o desolado al asesinato de Prim.
Don Benito es inacabable, enorme y apasionante. Basta con decir que es el más grande novelista en español de la edad contemporánea, que sin él nadie seríamos lo mismo. Fortunata y Jacinta es, posiblemente, su obra magna, la más grande novela en español del siglo XIX (con permiso de don Leopoldo), la más moderna, la más mestiza y la más colosal.
Fortunata y Jacinta, como Fortunata y Benito, sucede en Madrid, ciudad desordenada, sucia, repleta de vida, generosa y abierta, siempre fascinante. Partiendo de La novela en el tranvía llegaremos a nuestra Fortunata, pero no sin antes añadir un chorreón de Episodios Nacionales, algo de Tristana, una pizca de las Memorias de un desmemoriado, unas gotas de Misericordia, un aroma de ‘la desheredada’ y una generosa cantidad de música y baile.
Fortunata, Benito y Madrid, urbanos donde los haya, novela que se transforma ante nuestros ojos y que da paso a un Madrid moderno, canalla, contemporáneo y vital en el que, quizá, podemos encontrar a un Juanito en un restaurante, una Fortunata en un portal, una Jacinta en una cafetería, una Mauricia en cualquier acera o un Maxi al doblar cualquier esquina.