Resulta obvio que, salvo que aparecieran sus restos, quedan pocas cosas que añadir a lo que ya se conoce de la vida y la obra de Federico García Lorca. Del mismo modo que también se ha visto ya, por separado, el uso de cada uno de los lenguajes que van a configurar este espectáculo: se ha cantado y bailado a Lorca, se ha interpretado en la escena y se han rodado numerosos documentales y películas basadas en su vida. Sin embargo, lo que se propone con este espectáculo es una mirada diferente, cuya naturaleza se basa precisamente en la suma y en la conjugación de todos estos lenguajes. En esto consiste su novedad y su originalidad.
El espectáculo se propone enseñar al espectador la naturaleza del mundo interior de García Lorca, para que así se convierta en una especie de guía para comprender mejor al poeta que cantó a la vida y a la muerte con la misma intensidad y, de esa forma, animarlo a conocer la memoria mejor su obra, acercándolo a su pasión y a sus contrastes. En el desarrollo del espectáculo, siempre deberán percibirse los fragmentos de obra recitados como una consecuencia natural de lo narrado.
Por otro lado, el enfoque del personaje pretende centrarse menos en el genio y tratar de acercarse al hombre, al ser humano. Tratar de recoger en las entrevistas, y en la narración global, las circunstancias personales, familiares y sociales más elementales en Lorca, aquellos rasgos más humanamente identificables, para que el espectador pueda empatizar con facilidad y comprender la personalidad genial de Lorca a través de las circunstancias, las motivaciones y las conductas más reconocibles, sin que la figura del genio reconocido en el mundo entero lo distancie. Un discurso que acuda a lo sencillo, que armonice con la simplicidad de la puesta en escena y, a la vez, con su densidad narrativa y su contención.