Cargando...El gran burlador
Por Miguel Pérez Valiente
Nueva producción del Teatro Real que cuenta con el talento para la comedia del director Laurent Pelly. Daniele Rustoni dirige en lo musical dos repartos de marcado carácter español, junto al Coro y Orquesta titulares del coliseo madrileño.
Tres años después del monumental éxito cosechado por Verdi con su Otello (1887), Arrigo Boito, el genial libretista de aquella obra maestra, quiso tentar a Verdi con una idea para una nueva ópera que cualquiera hubiera considerado una proposición disparatada. Ciertamente, ofrecer una temática cómica a un compositor octogenario, cuyos grandes éxitos habían sido tragedias románticas (Rigoletto, Traviata); tragedias histórico-épicas (Aida, Don Carlo) o truculentos dramas shakesperianos (Macbeth, Otello), parecía tensar demasiado la cuerda, máxime cuando la única incursión en la comedia del de Le Roncole, Un giorno de Regno (1840), había resultado ser un indiscutible fiasco.
Pero, contra todo pronóstico, el compositor, que ya había alcanzado la cumbre de prestigio creador, en vez de sentarse a disfrutar sin sobresaltos de su posición como icono nacional, apostó por el riesgo. Tal vez azuzado por el éxito de Wagner con otra comedia, Los maestros cantores de Núremberg, pero, sobre todo, seducido por un personaje fascinante creado por el magín de uno de sus autores favoritos de quién ya había creado la versión operística de dos de sus obras, Macbeth (1847) y Otello (1887).
Boito y Verdi crearon un libreto que supera el texto del que procede. Esto es así porque colocaron el foco sobre el personaje más carismático de la pieza, supieron condensar la trama, eliminaron las escenas que la debilitaban e incorporaron otras de ambas partes del Enrique IV, primera aparición literaria de Sir John Falstaff. Y, a diferencia de lo que ocurrió en la primera versión operística del personaje creada por Scarlatti casi un siglo antes, aquí el amor que se profesan Fenton y Anne lejos de desaparecer, impregna de alegría y ternura toda la ópera.
Es, en definitiva, un libreto de depurada teatralidad sobre el que el maestro Verdi construyó una partitura que apuesta por un verdadero drama musical en el que las palabras y la música se encuentran perfectamente fusionados, apostando decididamente por un todo continuo con multitud de sobresalientes momentos de “conversación a través de la música”. En su ocaso vital Verdi demostró encontrarse en la cumbre de su poder creativo y firmó esta genuina ópera testamentaria con un maravilloso coro, quizá el más alegre de todo el repertorio operístico, que sentencia ‘Tutto nel mondo è burla’, es decir, Todo en el mundo es burla.
