Elizabeth Siddall es un personaje real. Desconocida para muchos, magnéticamente interesante, la historia tiene una deuda con ella. Poetisa, pintora y musa de los prerrafaelitas, Siddall fue una mujer apasionante, En continua pelea consigo misma, su búsqueda de la felicidad la atormenta pero la convierte en un personaje subyugante hacia el que María Giménez de Cala mira para entender. Siddall está llena de energía y talento pero también de miedos e inseguridades. Y María Giménez hace un viaje por esa cabeza, ese corazón y ese espíritu.
Perseguida casi toda su vida por la enfermedad que la mantuvo siempre cerca de la sensación de asfixia, dolor y vulnerabilidad; peleada con un cuerpo que sentía que no le correspondía y del que intenta escapar continuamente… herida pero con unas inmensas ganas de vivir. Así era Elizabeth. Así es Elizabeth.
Cautivadora, apasionada, tan frágil como fuerte, contradictoria, vital y enferma. inteligente, en continuo devaneo con su tiempo…
Muy deteriorada debido a su enfermedad y a su adicción al láudano, Elizabeth permanece encerrada en su casa de Londres mientras espera la vuelta de su reciente marido Dante Gabriel Rossetti. Abandonada y deprimida, hará un último intento por cumplir con el rol de musa que le ha otorgado a lo largo de los años la Hermandad Prerrafaelita, rol que encarna ese ideal de belleza estática y adormecida que todos esperaban de ella. Pero ya es demasiado tarde, Elizabeth ha pagado un precio demasiado alto por su independencia y ya no hay marcha atrás.
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