Anna, costurera. Martha, cocinera. Meier Ludwig, el chófer. Nadie sabe cuánto tiempo llevan conviviendo como empleados de la casa. Solo la persona de mantenimiento, inmigrante, Xan(a) no parece pertenecer a la veteranía de la servidumbre, pero surge la pregunta ¿de dónde viene, pálidx y de pocas palabras? Todos trabajan para la señora, pero esta no aparece. Y esperan y reviven los recuerdos lastimándose entre sí, y a través de las palabras que brotan de ellas crean una vida propia por momentos.
En sus despiadados y filosos rituales de memoria, pueden llegar a ser trágicas y cómicas, malvadas y vulnerables al mismo tiempo. Lo que les queda de su vida es una columna vertebral encorvada, un alma enferma, presas de sus propias historias. Una vida deformada que, vista desde la distancia, resulta grotesca, disparatada, absurda y descabellada.