¿Y si el motor de creación es el espacio? ¿Qué sucede cuando un proceso se inicia desde el espacio? ¿Y si la plástica escénica es la que moviliza el resto de recursos y herramientas teatrales? ¿Y si es el punto de partida sobre el que se van sumando sonido, música, iluminación, palabra, cuerpo y movimiento? Un espacio. Una instalación. Un espacio escénico y expositivo, interactivo y dialogante con los cuerpos y las palabras que lo van habitando.
Un espacio que evoluciona a medida que el mito de Don Juan lo atraviesa. La belleza de la naturaleza se impone una y otra vez, nos seduce, nos fascina y nos adentramos en el bosque, en el jardín o el laberinto. Nos enreda y engaña, haciendo honor al mito y nos devuelve de nuevo a la butaca, al teatro y a la vida que dejamos antes de cruzar el umbral.
Una vez atravesados los cuerpos por el espacio, ¿qué queda?, ¿cómo se reconstruye?