Por Mauricio Dayub
Mi abuelo decía que “el mundo era de los que se animaban a perder el equilibrio”. El equilibrista es la historia que cada uno de nosotros podría contar si pudiera volver a ser niño.
Soy un adulto al que el juego que le propone la vida actual no le va bien. Por eso me refugio en las formas de la niñez. El espectáculo podría llamarse El encantador, El ilusionista, o El corazón del niño Dayub. Es una forma soñada de compartir mi historia, deleitando, ilusionando, divirtiendo.
Sin tristeza, con euforia y emoción. Para lograr que el público y yo resignifiquemos, y redignifiquemos, nuestra propia vida. Espero todas las noches, luego de cada función, en el hall de todos los teatros a los que voy, porque si algo de esto no ocurre devuelvo el dinero de las entradas. Llevo quinientas funciones, hasta ahora no lo tuve que hacer nunca…
El espectáculo habla de la juventud y de la finitud de la vida. De los lazos familiares y de lo que nos lega la sangre. Pero fundamentalmente, del ímpetu con el que hay que vivir el presente. Produce una fuerte conmoción en el espectador, sin decir, sin contar, sino haciéndonos imaginar. Mostrando una parte para hacer sentir el todo. Aludiendo metafóricamente logra hacer reír y llorar al mismo tiempo.