Por Alejandro Tantanian
Foto: Rodrigo Cecere
“El silencio es uno mismo, demasiado”, cita María Negroni a Guimaraes Rosa en su ¿novela? ¿ensayo? ¿autoficción? ¿epopeya? ¿poema? que dio en llamar El corazón del daño. Este extraño artefacto que llega a nosotros en formato libro se transforma tras haberlo leído en una obsesión. María Negroni nos invita a dar un salto al abismo, un viaje poderoso al inicio de la vida, la escritura, la militancia en este país -el nuestro- y en el mundo; a atravesar el hoy, el ayer y el mañana. Desde el inicio hasta el final de este prodigio de libro emerge, omnipresente, la relación primera y central (¿el corazón del daño?) entre la narradora (¿María Negroni?) y su madre. Sobre esta relación, sobre esta batalla en el tiempo y en el corazón, se centra nuestra versión escénica. La posibilidad de escuchar, de encarnar esa voz que el libro propone, nos convencieron de que la forma teatral era la indicada para llevar este texto al gran público. Esa voz y ese cuerpo pertenecían en mi imaginación a Marilú Marini.
Marilú Marini no es una actriz, es una fuerza de la naturaleza: cualquier espectador que haya visto su trabajo no podrá olvidar esa experiencia en su vida. Tuve la suerte de compartir dos trabajos (y muchos días muy felices) con Marilú. Juntos hicimos Todas las canciones de amor, de Santiago Loza, y además llevamos a escena un sueño largamente anhelado por Marilú: un espectáculo sobre Santa Teresa de Jesús que dimos en llamar Sagrado bosque de monstruos y que, con textos de Santiago Loza e Inés Garland, llevamos junto a Oria Puppo -colaboradora central en este y otros tantos proyectos del pasado- a la sala María Guerrero, escenario del Teatro Nacional Cervantes, único teatro nacional de la Argentina.
El corazón del daño, texto prodigioso en su soporte sensorial, poliédrico en su trama, de topografías tan reconocibles como nuestra infancia, precisa una actriz como Marilú. Contar con su entusiasmo es ya motivo de éxito. También este proyecto permitirá al público español conocer a Marilú Marini: una deuda que, afortunadamente, podrá saldarse. Toda esta aventura no hubiera sido posible sin la complicidad de Patricio Binaghi, que hace algunos años, en un café de Buenos Aires, encendió la llama de este proyecto que hoy entra, felizmente, en su fase de materialización.