Pretender hacer de nuevo El ángel exterminador sería una tarea tan banal como imposible: El ángel exterminador ya existe, está ahí como una de las más grandes películas de Buñuel, forma parte de la historia del Cine y del Arte en general. Las herramientas del Teatro nos permiten volver a mirarla con ojos nuevos, con los ojos de hoy, acercarnos a su misterio, al hechizo que produce esa imposibilidad de salir de un recinto que en todo momento permanece abierto. Un recinto que se expande, como círculos concéntricos, desde el habitáculo más íntimo hasta las fronteras del mundo. Volver a mirar a esos personajes (espejos deformantes) y preguntarles qué nos quieren contar. Las herramientas del teatro nos permiten preguntarnos en qué medida los sucesos de la película nos afectan en el aquí y ahora de nuestro tiempo y bucear, no solo en el subconsciente del autor, sino en el nuestro propio, entrar en un mundo lleno de interrogaciones y sin apenas respuestas. Mirar el presente a través de los ojos de Buñuel.
Blanca Portillo
Blanca Portillo dirige la adaptación teatral de la película El ángel exterminador de Luis Buñuel, una historia que analiza los más humillantes límites de la degradación humana. Estrenada en 1962 y galardonada con el Premio Fipresci de la crítica internacional y el Premio de la Sociedad de Escritores del Cine en Cannes, la obra relata cómo un grupo de burgueses asisten a una cena después de una velada en la ópera. Los sirvientes y cocineros abandonan la mansión y al terminar la cena los aristócratas se dan cuenta de que no pueden salir de la habitación por una razón desconocida, aunque aparentemente no hay nada que se lo impida. Los días van trascurriendo y los alimentos y la bebida comienzan a escasear. Por este motivo, algunos personajes enferman, la basura se acumula y duermen donde pueden. A partir de ese momento, los buenos modales y la cordialidad se van perdiendo comenzando a actuar como salvajes.