Decir adiós nunca es fácil… y es la consecuencia a una ruptura espacio temporal. No atreverse a pronunciar esa palabra deja abierta una grieta que quizás no cicatrice nunca.
Después del ruido es justo ese momento que se hace presente entre que adiós y esa primera bocanada de aire que tomamos.
Es ese adiós que nunca se verbalizó y que ahora, y justo ahora, se manifiesta. Hay que despojarse de lo que nos hace daño, cerrar puertas de un portazo, deshacernos del rencor, del odio, de la rabia. Hay que volver a aprender a caminar. Hay que volver al sur.