Por Sergio Díaz
Niños, cocina e iglesia
Escribo esto en el día que va a cambiar el futuro de España. En el día en el que los herederos del Generalísimo entrarán en el congreso y donde “volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar…”, pero ahora en forma de águila porque ya se han quitado el disfraz. Y de los nidos cuelgan ahora banderas, y también de los retrovisores de los coches y todo el mundo parece haberse quitado la careta y se preocupa por hacer patentes las diferencias entre unos y otros. Y sucesos terribles del pasado amenazan con volver a hacerse visibles (si no es que han estado siempre ahí, agazapados). Como estos que nos cuenta la obra de Teatro Al Punto sobre las cárceles de mujeres creadas durante la dictadura franquista. Descarriadas es un monólogo teatral escrito por Laila Ripoll, dirigido por Paloma Rodera e interpretado por Luna Paredes. Es una obra de teatro articulada sobre un concierto de rock para dar voz a las mujeres silenciadas. Para que mujeres que nunca pudieron hablar ahora puedan contar y cantar todo aquel horror que les tocó vivir. Entre 1941 y 1985 (ya bien avanzada la democracia, no lo olvidemos tampoco) funcionó en España el Patronato de Protección a la Mujer, una institución encargada de encerrar a mujeres adolescentes ‘caídas o en riesgo de caer’ en centros de monjas para ‘rehabilitarlas’. Cualquier chica que se alejase de los cánones del único modelo de mujer que contemplaba el franquismo era susceptible de ser encerrada. Y en esos ‘reformatorios’, que no eran más que horribles cárceles, se las torturaba, se las maltrataba y les robaban a sus bebés. Aún hoy hay muchas mujeres que tuvieron que sufrir esas humillaciones y cuyas heridas nadie ha restañado. Esta obra de teatro trata de aliviar un poco ese dolor. Y trata de que no olvidemos que estos hechos sucedieron y podrían volver a suceder.
Niños, cocina e iglesia era para lo que una mujer venía al mundo, según los criterios del Patronato. Esas son las únicas funciones de las que tiene que ocuparse en la vida. Hoy, esas mujeres que van a votar “Por España”, estarán muy felices de que se recuperen esos valores tradicionales moralmente únicos y aceptables. Que disfruten de ir a las urnas. Puede que sea la última vez que lo hagan.