Foto: Ana Erdozain
Veo imágenes del universo y algo pasa por mi cuerpo. Me atrae el cosmos, no porque quiera ir a sus confines, mucho menos soñar con conquistarlo, sino porque quiero reconocerme parte de él sin moverme de donde estoy ahora. Mi cuerpo y mi persona viven en la tensión entre lo familiar y lo desconocido, entre lo cercano y lo incomprensible, que muchas veces son lo mismo. “Unknown, not unperceived”, dice William Blake. Así se me presenta casi todo. Para vivir con esto es necesario un acto de fe, de entrega, un juego, una caída sin fin, un recorrido ficticio que sólo es posible en contacto con la realidad más inmediata y tangible. Desde la soledad sólo quiero salir del centro y reconocerme como parte de algo mucho más grande, de lo colectivo, de lo infinito.