Por Rakel Camacho
Fotos: Javier Naval
Francisco Nieva falleció en 2016, y a muchos nos resulta un increíble desatino no haberlo gozado sobre el escenario desde entonces, aunque antes de dicha fecha tampoco era lo más común.
Coronada y el toro es un retrato pictórico de una idiosincrasia, por lo que no puede existir sin un fuerte impacto visual en el que la palabra, los cuerpos y la acción deben afrontarse desde la imaginación, una ruptura de todo lo que creemos que es y debe ser. Crear fantasía y verdad a la vez no es fácil, pero Nieva lo hizo como nadie. Una poesía intensa y fantástica, sí, pero tan fresca… Aquí lo que rompe es un teatro irreductible, que derriba los muros de cualquier arquitectura en la que fuera a acontecer, y que literalmente ‘rompe’, acariciando la revolución del contenido y de las formas teatrales establecidas.
Todos mis intereses y motivaciones están centrados en adentrar al espectador en la ceremonia teatral, en ese alegre instinto dionisíaco que nos regala Nieva, ensamblar lo clásico con lo contemporáneo y dejar durmiendo la razón para que aparezcan los monstruos (Goya no puede estar más presente). Renace esa peculiar e imprescindible filosofía ‘brechtiana’ de cabo a rabo: reflexionar riendo o helados o boquiabiertos.
Dirigir Coronada y el toro resulta de la influencia que ejerció sobre mí cuando leí a Nieva por primera vez, con 19 años (si eres manchega esto no es tan raro), y su teatro despertó a la directora que soy.
Me encontré mirando el arraigo desde el desarraigo, la estilización lírica del lenguaje, la irrealidad simbólica, en lo que duele y hace reír (ya sabemos que a menudo es lo mismo). Descubrí una profunda conexión.
Ideas como el anhelo de tragedia siempre escamoteada, la identidad de un pueblo, el poder femenino, las fuerzas represoras y su incondicional rebaño, la incansable muerte y resurrección carnal de España, la superación de la culpa, el cuestionamiento o el amor a ciertas tradiciones, martirio, Eros y Thanatos, lo metateatral, el rito irremediable, lo surreal, la alegría y la pena…, son los estímulos que van a convivir en una fiesta que invoca a las dos famosas máscaras de la tragedia griega. Bienvenidos a Farolillo de San Blas.
CORONADA: Chico es el agujero de culo prieto, a través del que he visto pasar las tentadoras sombras del mundo, pero aún así, las he visto columbrarse entre fogonazos.