Fotos: Luz Soria
Comedia sin título es un drama social inconcluso, inacabado, del que Federico García Lorca tan solo dejó por escrito su primer acto: al poco tiempo de iniciar su tarea, el poeta fue asesinado.
España, años 30. Federico García Lorca trabaja en una nueva pieza teatral. Al poeta le mueve la obsesión por el reflejo de la vida real sobre el teatro, que considera caduco y autocomplaciente. Las tablas han abandonado la crítica social y no aceptan la vanguardia. Lejos de Nueva York, el artista granadino desea abrazar la modernidad y la innovación. Anhela romper con los convencionalismos de la escena española del momento, dominada por la estética y los valores burgueses. Con La Barraca, con sus textos, Lorca quiere devolver el teatro al público. Al pueblo.
En palabras del poeta y dramaturgo granadino: “En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas. Particularmente, yo tengo un ansia verdadera por comunicarme con los demás. Por eso llamé a las puertas del teatro y al teatro consagro toda mi sensibilidad”. Para Marta Pazos, “estas palabras de Federico escritas en una entrevista publicada el 10 de junio de 1936 me golpean en este presente convulso. Nunca en este joven siglo el artista fue tan pueblo y el pueblo tan artista. Las fronteras piden a gritos ser diluidas por el encuentro, el abrazo, la comunicación”.
Comedia sin título pudo estrenarse por primera vez en 1985, muchos años después del asesinato de Federico García Lorca. En el año 1989, un nuevo montaje del libreto se exhibió en el Teatro María Guerrero bajo la dirección de Lluís Pascual, con Marisa Paredes e Imanol Arias como protagonistas. Ahora, más de 30 años después, se vuelve a representar en este mismo teatro, bajo la batuta de Marta Pazos.