Foto: Christina Georgiadou
La noche del 22 de diciembre de 2008, Konstantina Kuneva, inmigrante búlgara, trabajadora de la limpieza en Atenas, secretaria sindical de las empresas de limpieza, fue atacada con ácido sulfúrico. Hoy es diputada de Syriza en el Parlamento Europeo. Si los inmigrantes no fueron nunca muy bien tratados en Grecia, las limpiadoras que venían de otros países han estado en el eslabón más bajo de esta ya de por sí degradada realidad.
Los directores del llamado Escenario Experimental del Teatro Nacional de Grecia, Anestis Azas y Prodromos Tsinikoris, movidos por esa repulsiva proclama de Amanecer Dorado (el partido neonazi griego) que dice que han venido para limpiar las calles de Grecia, quisieron mostrar en una obra de teatro documental quiénes son las que realmente limpian las calles, las casas y las oficinas en el país heleno. Cinco mujeres, llegadas desde Bulgaria, Filipinas, Albania y Moldavia, se convierten en protagonistas de su propia historia, haciendo aflorar el inframundo que habitan cotidianamente, abonado por un «racismo institucional», en palabras de Azas.
Lejos de ser una pieza dramática (aun partiendo de una situación muy dura), el montaje combina la denuncia y el humor. Las cinco mujeres bailan y cantan sin dejar de hablar de los problemas que se encuentran a diario con los servicios sociales, con la policía, con la crianza de sus hijos o con la necesidad de algo tan básico como la electricidad. Cantan y bailan, compartiendo episodios de sus vidas al tiempo que nos enseñan cómo la emigración ayudó a la emancipación de las mujeres griegas. Al final, más que una tragedia, es una historia luminosa de cinco mujeres fuertes que, como dice Anestis Azas, «luchan contra lo que sucede y dicen lo que piensan». En esa libertad reside su poder.