Foto: Danilo Moroni y Juan Carlos Toledo
«El baile es mi oficio, la cosa que yo practico, donde aspiro a cierta maestría. Deseo la aparición de una forma en un cuerpo, bailo en la brecha entre una u otra posibilidad, me muevo entre la abundancia y la falta, con todo, la chicha y la ficción. En el encuentro con la canción, la danzante se vuelve audaz en sus estudios de erudita ignorante, toda una osada que hace como si sí supiera hasta que lo consigue hacer. Como el ignorante de Ranciere, titila entre el saber y el no saber colándose en ambos, mezclando cosas estando atenta a los humores y su brújula es el placer contenido en el hacer. Si la vida grita ella canta la canción de la fricción entre formas y las fuerzas, entre la carne y el significado, entrando en la potencia del tutti froti, clamando la urgencia por encontrar otras prácticas y otros modos de producir conocimiento, agrietar los estatus y disciplinas gracias a aquello que está al alcance de la mano, sosteniéndose en el juego y el placer». Laila Tafur