A veces, si te paras a pensar, te estalla la cabeza… Boom! Y ya no hay vuelta atrás.
Un joven empleado de banca, durante su hora de descanso, busca un lugar tranquilo, lejos de todo y de todos, para comerse un bocadillo que ha preparado esa misma mañana, antes de salir zumbando de su piso de 40 m2 para coger el metro y llegar a las ocho en punto a la oficina. Por su traje, su peinado, su manera de andar, se diría que no es precisamente un looser, sino todo lo contrario, tiene el aspecto de un joven ambicioso y decidido a llegar a lo más alto.
Él sabe que un día el banco se le quedará pequeño, que acabará trabajando para Goldman Sachs o Morgan Stanley, y ese día… boom! ¡A triunfar! Entonces ya no almorzará bocadillos fríos envueltos en papel de plata, ni irá a trabajar en metro, ni vivirá en un piso diminuto. Sin embargo, nadie dijo que fuera fácil, y mientras se dispone a comerse el bocadillo, apartado de todo y de todos, una inesperada serie de acontecimientos harán que nada salga como estaba previsto.
Boom! es una odisea contemporánea, sin palabras, que nos ayuda, como todo viaje iniciático, a iluminar los resortes más ocultos de la condición humana. Rechazando el uso del habla y empleando como únicos recursos expresivos el gesto y la acción, rastreamos, no sin grandes
dosis de humor (y sin estar seguros de poder alcanzarlo alguna vez) el sentido de la vida.
En medio de ese silencio que, como todo silencio, es elocuente, Anthony Rotsa, con un amplio despliegue de recursos expresivos, nos lleva de lo absurdo a lo dramático, de lo trivial a lo profundo, de lo cotidiano a lo poético, de lo divertido a lo trágico, y nos habla (¡sin hablar!) de la vanidad de la existencia humana, de la soledad, del miedo, del más allá, de la necesidad del otro, de la mentira, de la verdad, del destino, del azar, de la cultura y, por supuesto, de la muerte. Y sin decir una sola palabra, porque, en esta ocasión, el silencio nos ha parecido una manera mucho más interesante de relacionarnos con los demás.