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«¿A que no te atreves a hacer eso?». Esta es una frase pronunciada por Federico García Lorca en su Charla sobre teatro. El poeta de Granada propone que se le espete, “gallardamente y con verdadera saña”, con esta frase a los dramaturgos en vez de organizarles homenajes. Ese Lorca desafiante, ese Lorca de calle y no de libro, ese Lorca libérrimo que ensancha los límites de la poesía y del teatro, que pasa de la convención, que huye del acomodo canónico, que escribe con las ventanas de la imaginación abiertas de par en par, que no se deja lastrar por la castratio ni manejar por la amputatio, ese Lorca es el que ha encontrado Messiez como un acicate para su acercamiento a Bodas de sangre.
La tragedia del cortijo
“Como suele suceder con los autores cuyos apellidos derivan en adjetivos -explica el director argentino-, la figura y la obra de Federico García Lorca son infinitamente más complejas que lo que el discurso hegemónico -ese atenuador de potencias- pretende”. En ese viaje hacia la deconstrucción de ‘lo lorquiano’, tampoco Bodas de sangre se puede reducir a su argumento, tampoco se puede plegar al imperio de la sinopsis. Sí, está la historia del amor secreto entre la novia y Leonardo, y están la noche, la luna, la muerte y la poesía. Sí, está la tragedia del cortijo del Fraile, en Níjar, Almería. Y están el calor, los cuerpos, las miradas, las palabras. Está la Historia, y luego está el presente. Y ahí se juegan estas bodas, en el presente.
Gran elenco
El reparto elegido por Messiez para la ocasión privilegia, por encima de estrellatos vacíos, la solvencia y la confianza que le aportan al director Carlota Gaviño, Gloria Muñoz, Estefanía de los Santos, Francesco Carril, Pilar Gómez o Claudia Faci, que junto a Pilar Bergés, Guadalupe Álvarez Luchía, Juan Ceacero, Fernando Delgado-Hierro, Julián Ortega y Carmen León, conforman un sugerente grupo vestido para la ocasión por la también escenógrafa Elisa Sanz. La expectativa es grande. Veremos. Álvaro Vicente
