Fotos: Daniel Dicenta
La conocida obra de David Harrower toma vida en escena para no tratar sólo del abuso de menores y los daños propios y colaterales que ocasiona. Va más allá y pone el dedo en la llaga de un mal que vemos extenderse ante nosotros cada día como un virus implacable: la irresponsabilidad.
Hace quince años, cuando Una tenía doce y Ray cuarenta, un viaje fatídico, una experiencia torpe, separó sus caminos. Hoy vuelven a encontrarse, madurados y al mismo tiempo iguales, porque las heridas nunca se cerraron y basta un rasguño para infectar de nuevo. Un olvido imposible, un anhelo estéril de transformar lo que fue.