Fotos: David Ruano
Ahora, con Barro, primera obra de una tetralogía, “La Joven Compañía da el primer paso en una reflexión a cuatro tiempos sobre lo que queda de esa idea de Europa moldeada durante el siglo XX”, en palabras de los dos dramaturgos que están detrás de este primer texto, Nando López y Guillem Clúa.
La Historia pesa, sobre todo la de Europa. Pero conocerla, pensarla, analizarla, incorporarla es la mejor forma de entender el presente. Y la única forma de no repetir en el futuro los errores del pasado. Sin embargo, Europa está en un punto delicado pese a lo que fue el siglo XX. Su estructura empieza a estar de nuevo seriamente amenazada por inquietantes grietas. Es urgente que las nuevas generaciones sepan que lo que hoy está pasando hunde sus raíces más de cien años atrás. Y eso es lo que se propone La Joven Compañía.
La relevancia que está cobrando el proyecto de La Joven Compañía no es fortuita, ni mucho menos. Han visitado nuestros clásicos, han investigado en los relatos fundacionales de nuestra cultura europea y han enfrentado las cuestiones acuciantes de la juventud del presente sin complejos, abordándolas en toda su dimensión, poniendo siempre el acento en la educación en valores de respeto, igualdad y conciencia crítica. Teatro hecho por jóvenes y para jóvenes.
A los 100 años del armisticio que selló el final de la Primera Guerra Mundial, Barro presenta una ficción cuyos protagonistas son los jóvenes y las jóvenes que de un modo u otro vieron sus vidas alteradas, sin vuelta atrás, por el conflicto, tanto en el bando de los perdedores como en el de los ganadores. “Franceses, alemanes, ingleses, rusos: Barro es una obra tejida, como lo está siempre la Historia, de las biografías anónimas que se silencian y, sin embargo, significan”.