¡Ay, Carmela! es una historia urgente para ser contada ahora. Volver a subirla al escenario es un acto de sublevación reaccionaria para no olvidar los desastres de nuestra guerra civil. Una guerra que habla de todas las guerras. Vista una, vista todas. Y si olvidamos a nuestros muertos, olvidamos lo fácil que es volver a los errores de no hace tanto.
¡Ay, Carmela! o ¡No a la guerra! Que no nos adiestren, dándonos de comer sangre y muertos en los medios para que nos acostumbremos a lo que en otros tiempos nos parecía imposible: una Tercera. Recordar es un ejercicio para albergar la esperanza. No dejemos que en nuestro nombre se legitimen otras guerras aunque quieran hacerlas nuestras.