¿Cómo hablamos de educación en el teatro? No solo en lo formal, también en el fondo, en lo conceptual y sus implicaciones personales, sociales, políticas, emocionales. ¿Cómo nos sitúa nuestra educación en el mundo? La investigación que termina plasmándose en esta pieza aborda la educación que hemos recibido en la escuela, que ha sufrido las mutaciones obvias derivadas de las siete leyes orgánicas que la han regido desde 1970 hasta la actualidad.
Pero, como sabemos, no solo nos educa la escuela: nos educa la familia y el entorno y, hoy más que nunca, nos educan las imágenes y los sonidos, todo aquello que nos impacta desde las pantallas nos educa, el consumo nos educa, y entender las imágenes que recibimos por doquier y la manipulación de nuestra voluntad que ejercen las artes del consumo, requiere, volviendo a la escuela, una educación ética y crítica que no pasa por su mejor momento.
Con el objetivo de dinamitar dos instituciones básicas -escuela y familia-, los intérpretes asaltan el escenario para contar historias relacionadas con aquello que nos forma y conforma como individuos.
Un espectáculo enérgico, con una fresca imaginación escénica, tan discursivo como gamberro, tan liviano como argumentado, tan directo como necesario.
Una cronista teatral de Barcelona (Gema Moraleda) dijo que la irrupción en la escena de José y sus hermanas fue como «el milagro de la flor que se cuela por el asfalto agrietado». Fue a raíz del estreno de su primera producción, Los bancos regalan sandwicheras y chorizos, en 2017. Aquella obra -que mereció el Premio de la Crítica 2017 como Espectáculo Revelación- rastreaba los restos del franquismo en las generaciones jóvenes de la actualidad a través de un dispositivo escénico que escogía la fractura como catapulta emancipadora.
Siguiendo ese camino, José y sus hermanas han alumbrado su segundo proyecto en torno al concepto de la Educación.