Por Aitana Galán y Jesús Gómez Gutiérrez
Anita, una joven turista norteuropea, se hospeda unos días en la habitación de una casa particular que ha alquilado a través de una conocida plataforma de internet. El devenir de la vida de sus anfitriones se integra así en la alegre despreocupación de sus días de vacaciones. Este es el punto de partida de Ambiente familiar (mínimo 2 noches), una comedia escrita en siete trancos que transcurre en el Madrid de hoy, donde el sol, las excursiones a lugares emblemáticos, el vino y la fiesta de un turismo masivo conviven con una población acuciada por la especulación inmobiliaria y los desahucios.
Un personaje de Valle-Inclán, quizá el mejor de los madrileños nacidos en Galicia, afirma en La corte de los milagros que en Madrid no hay secretos; tampoco los hay en esta historia de causas dignas y hogares rotos en un país que tiene motivos extraordinarios para no perder el sentido del humor.
Memoria, olvido, tiempo. El hilo de Ariadna se teje en los términos expresados por Antonio Machado: «ni el pasado ha muerto, ni está el mañana -ni el ayer- escrito», y así nació la obra que les presentamos, entre la Plaza Mayor de Madrid y la Plaza Mayor de Toledo, aferrada a leyendas y a hechos difícilmente discutibles. Para un turista, sus calles son lugares de diversión con fondos perfectos para hacerse fotos: llegan, pasean y se van, quizá notando la placa que en tal o cual fachada mencionaba el nombre de un autor, una batalla, un libro. Cuesta no verlas; los siglos han escrito mucho. Y abajo, donde la arquitectura se transforma en carne, quizá no vieran los cuerpos del ejército de desahuciados y excluidos que tienen por hogar esas mismas calles. Evidentemente, no nacieron allí. Algunos crecieron y vivieron en esos mismos edificios, reconvertidos en hostales, hoteles y, en la mayoría de los casos, huecos vacíos que tienen que estarlo porque, si no lo estuvieran, la oferta superaría a la demanda y hundiría los precios. De eso trata nuestra historia, que está lejos de haber terminado.