Buscando su libertad, Randle McMurphy se las ingenia para huir de la cárcel y ser trasladado a una institución mental, donde se encontrará con los pacientes de la Gran Enfermera Ratched, un grupo de enfermos que, incapaces de soportar la presión de la vida moderna y encerrados por voluntad propia, sobreviven felizmente entre juegos de mesa y descargas eléctricas.
Pero la libertad que buscan los pacientes junto al recién llegado y revolucionario McMurphy no tiene nada que ver con la libertad que representan los médicos y enfermeros de la ‘sociedad libre’. Es entonces cuando surge la tragedia, cuando la institución, o ‘Máquina Oscura’, como dice el Jefe Bromden, decide sacrificar al individuo en nombre del bien común.
¿Qué queda de aquella época que describe Ken Kesey en su estremecedora novela? ¿Por qué merece la pena volver a ella hoy?
Este montaje es una idea propuesta por una productora de cine, La Dalia Films, que ve una gran oportunidad en fusionar la experiencia del mundo de la imagen del cine con el mundo de la emoción del teatro en un espectáculo próximo al espectador de hoy.
La novela de Kesey y la versión escénica de Wasserman sitúan la acción en un hospital psiquiátrico, que en nuestro montaje no deja de ser una gran metáfora del mundo actual controlado por la televisión, internet y los teléfonos móviles, como una especie de chatarrería, cementerio de automóviles humanos, un zoológico de unos personajes incapaces de encontrarse en un mundo exterior, enloquecido por el despiadado dominio de unos sobre los otros. Pero incluso en ese mundo de aparente paz y sosiego, hay unos pocos que controlan y manipulan la situación y otros que se dejan controlar y manipular, porque no saben o no quieren pensar por ellos mismos, convirtiéndose voluntariamente en los súbditos de la máquina del poder.
McMurphy es un rebelde sin causa, o con causas más que suficientes, pero incomprendidas por esos súbditos, cómodos en su esclavitud e inconscientes de las devastadoras consecuencias de esta. Él se rebela, reivindicando su libertad. Una actitud, tal vez, ingenua, estúpida, olvidada ya en este ‘nuestro’ mundo del bienestar adormecido por los fármacos de la globalización. Una actitud que crea el peligro de poder contaminar a otras mentes. Por tanto, debe ser aniquilada, tiene que desaparecer de la sociedad. Desaparecer o, tal vez, volar libremente sobre el inexistente nido del cuco.